martes, 13 de diciembre de 2011

FOTO


Mientras limpiaba el closet encontré una caja beige bajo una pila de recortes de diario y apuntes de la facultad. Adentro está lleno de fotografías viejas. Mis ojos se escabullen entre rostros nítidos, conocidos; otros que jamás reconoceré. Huelo el olor del pasado, la fotosíntesis de una identidad. Huelo las manos que tocaron estas fotos, el calor de sus dedos y me detengo en una imagen: está mi abuela en una playa con su maya enteriza negra, y detrás se refleja el mar repleto de manos y de cabezas. A lo lejos un muelle se borronea y lo lejos parece a punto de desaparecer. Detrás de ella hay un hombre flaco de sombrero negro y nariz aguileña. Me sobreviene la metafísica sensación de haberlo conocido en algún sueño en blanco y negro; por lo demás, los dos están riendo y señalan algo que está fuera de foco.
Paso la foto: hay un niño de unos 3 años y los restos de un castillo de arena, que fue victima del agua, del tiempo y de las mareas.